lunes, 5 de noviembre de 2012

Los ríos siempre corren


Ahora si, ahora si que acababa de terminar con todo. Por eso dejo la toalla sobre la silla, y antes de secarse quiso tirarse bajo el sol, en el patio, sin importarle lo que dijeran los vecinos de su desnudez. Esa conversación, esas manos que se apretaban, habían sido la causa para tener esa conducta. ¿Qué podía importar esa noche? Se agarraba el corazón y lo apretaba entre sus dedos, después lo arrojaba a la calle. Lo iba  buscar y así medio sucio como estaba se lo volvía a colocar. Se paso la mano por la frente sudada, y se limpio pensando en que todos los problemas se irían con ese lustre. Chacha estaba convencida de que el futuro no existía y que debía aprender a volar antes que la Tierra se corriera de lugar y en el cielo no quedase mas que una sombra del pasado. Entro al rato a la casa y se vistió, fumo un cigarrillo, destapo una botella de sidra que había confundido con una de cerveza y además de pensar  todo esto que pensaba, se percato del calor y entonces se quito el vestido recién puesto, acto seguido se ató el pelo, una noche tan calurosa como aquella de noviembre no pasaba hacia muchos meses, tenia que estar desnuda. Estaba sola, otra vez pero ya no sentía fantasmas, su misma presencia se había multiplicado. “Desnuda Chacha, desnuda…, quédate así, no penses mas. Son así las cosas” Chacha no sabia si estaba triste o si agonizaba un nacimiento amoroso. Su pena sonreía como desde un lamparón sin luz colgando de un techo sobre un  cuarto iluminado. Esa era su pena, una oscuridad arruinando la luz de los cuartos vacíos. Chacha se convenció, por fin y ahí quedo donde siempre quedaban sus pensamientos. Los arrojaba por un inodoro mental pensando que se irían lejos al mar. Los dejo correr, los buenos y los malos, incluso los traicioneros que no se encuadraban en ninguno de estos dos rangos. Chacha era una tipa con tripas expuestas, de corazón gomoso y escurridizo. No servía ya para redundar en sus comportamientos inducidos o de perritos de Pavlov.  Ya era viejo eso, el conductismo amoroso, las estrategias trilladas, ahora prefería entretenerse mirando como corría el agua sobre sus ríos, a veces pantanos, a veces mares, a veces de hielo… pero nada inventado por su mente traicionera, orgullosa y egoísta. “Bien Chacha, tenes que seguir así de fuerte con tus reglas” “Ay, Chacha, Chacha, necesitas un amor” “Chacha, no existimos, no necesitas nada porque vos misma sos amor” Así se pasaba las horas pensando hasta que llegaban las estrellas de medianoche y  las músicas de fondo. Para esa hora la filosofía se hacia carne, y el cielo se caía sobre sus ojos. La ausencia quemaba, el verano se hacia amargo pero sensual. Ella quiso desaparecer, otra vez, las imaginaciones mas hermosas se habían difuminado por la realidad. “Donde estará su perfume ahora?” pensaba. Quería rajar de ahí, irse con la eternidad de los ojos de un amor agónico y triste y ausente. Siempre estaban ausentes todos los amores. “Existe eso?” me pregunto Chacha mirando al cielo por momentos, cuando intuyo que existía un narrador hablando de sus sentimientos mundanos. Yo le conteste que todo lo que existe debía descubrirlo antes en su universo, dejando vivir a la mente libre y sin ataduras… porque para eso vivía. Chacha resoplo, se fue a dormir y otra vez soñó con su amor imaginario. 

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