Ahora si, ahora si que acababa
de terminar con todo. Por eso dejo la toalla sobre la silla, y antes de secarse
quiso tirarse bajo el sol, en el patio, sin importarle lo que dijeran los
vecinos de su desnudez. Esa conversación, esas manos que se apretaban, habían
sido la causa para tener esa conducta. ¿Qué podía importar esa noche? Se
agarraba el corazón y lo apretaba entre sus dedos, después lo arrojaba a la
calle. Lo iba buscar y así medio sucio
como estaba se lo volvía a colocar. Se paso la mano por la frente sudada, y se
limpio pensando en que todos los problemas se irían con ese lustre. Chacha
estaba convencida de que el futuro no existía y que debía aprender a volar
antes que la Tierra se corriera de lugar y en el cielo no quedase mas que una
sombra del pasado. Entro al rato a la casa y se vistió, fumo un cigarrillo,
destapo una botella de sidra que había confundido con una de cerveza y además
de pensar todo esto que pensaba, se
percato del calor y entonces se quito el vestido recién puesto, acto seguido se
ató el pelo, una noche tan calurosa como aquella de noviembre no pasaba hacia
muchos meses, tenia que estar desnuda. Estaba sola, otra vez pero ya no sentía fantasmas,
su misma presencia se había multiplicado. “Desnuda Chacha, desnuda…, quédate así,
no penses mas. Son así las cosas” Chacha no sabia si estaba triste o si
agonizaba un nacimiento amoroso. Su pena sonreía como desde un lamparón sin luz
colgando de un techo sobre un cuarto
iluminado. Esa era su pena, una oscuridad arruinando la luz de los cuartos vacíos.
Chacha se convenció, por fin y ahí quedo donde siempre quedaban sus
pensamientos. Los arrojaba por un inodoro mental pensando que se irían lejos al
mar. Los dejo correr, los buenos y los malos, incluso los traicioneros que no
se encuadraban en ninguno de estos dos rangos. Chacha era una tipa con tripas
expuestas, de corazón gomoso y escurridizo. No servía ya para redundar en sus
comportamientos inducidos o de perritos de Pavlov. Ya era viejo eso, el conductismo amoroso, las
estrategias trilladas, ahora prefería entretenerse mirando como corría el agua
sobre sus ríos, a veces pantanos, a veces mares, a veces de hielo… pero nada
inventado por su mente traicionera, orgullosa y egoísta. “Bien Chacha, tenes
que seguir así de fuerte con tus reglas” “Ay, Chacha, Chacha, necesitas un amor”
“Chacha, no existimos, no necesitas nada porque vos misma sos amor” Así se
pasaba las horas pensando hasta que llegaban las estrellas de medianoche y las músicas de fondo. Para esa hora la filosofía
se hacia carne, y el cielo se caía sobre sus ojos. La ausencia quemaba, el verano
se hacia amargo pero sensual. Ella quiso desaparecer, otra vez, las imaginaciones
mas hermosas se habían difuminado por la realidad. “Donde estará su perfume
ahora?” pensaba. Quería rajar de ahí, irse con la eternidad de los ojos de un
amor agónico y triste y ausente. Siempre estaban ausentes todos los amores. “Existe
eso?” me pregunto Chacha mirando al cielo por momentos, cuando intuyo que existía
un narrador hablando de sus sentimientos mundanos. Yo le conteste que todo lo
que existe debía descubrirlo antes en su universo, dejando vivir a la mente
libre y sin ataduras… porque para eso vivía. Chacha resoplo, se fue a dormir y otra vez soñó con su amor imaginario.
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