miércoles, 17 de octubre de 2012

Cuento para niños y para los niños que llevamos dentro


Virginia la tejedora
I. Pide un deseo
Virginia ya se había cansado de estar sola en su casa esperando que la llamaran por teléfono sus amigas para salir a jugar, así que prefirió buscar unos hilos en su carterita de costurera para ponerse a tejer un nuevo gorro de colores. Justo cuando se puso a tejer, sonó el teléfono y contenta fue a atender, del otro lado una vocecita aguda le dijo – ¡No quiero hacer lo que no me gusta!- y Virginia le contestó – ¿Quien habla? – La vocecita le respondió – ¡No me gusta hacer lo que no me gusta! – Virginia que no estaba asustada le siguió la conversación y dijo – No hagas lo que no te gusta- Y del otro lado se escucho que la vocecita se rió a carcajadas y que luego corto el teléfono. Virginia, sorprendida, dijo – ¿Hola?, ¿Hola?- Pero nadie contestó, la vocecita se había ido. –Qué extraño – pensó, colgó el teléfono y siguió con su tejido preguntándose con qué fin estaría haciendo gorros si ella casi no se los ponía… entonces, decidió que todos los gorros que tejiera de ahí en mas los haría pensando en algo especial.  De acuerdo en que pensara tejería el gorro y de esa forma le iría dando un significado distinto a cada uno de sus tejidos. Al acabarse el hilo amarillo de lo que estaba tejiendo, eligió el color verde para continuar así que  decidió que cada vez que hubiera un cambio de color en su tejido debía pedir un deseo. Virginia ato el hilo verde al hilo amarillo, apretó bien fuerte su tejido, cerró los ojos y deseó vivir en un mundo perfecto. En ese momento volvió a sonar el teléfono, pero ella no abrió los ojos, y aunque sonaba y sonaba decidió no atender, claro que pensaba que tal vez sería otro llamado anónimo como el anterior. El teléfono dejó de sonar, Virginia dejó pasar unos segundos mas y lentamente abrió los ojos pronunciando – Quiero un mundo perfecto – Cuando abrió los ojos del todo vio que a su alrededor las paredes de su casa habían desaparecido y que se encontraba ahora en un hermoso lugar rodeado de montañas de las que caía agua cristalina, todo el suelo era de un brillante pasto verde, el techo se había convertido en un inmenso cielo azul, mas allá veía playas y arena blanca y un bellísimo mar de aguas doradas. Virginia decidió ir primero a las montañas porque tenía sed y quería tomar agua. Cuando estuvo allí pudo escuchar como el agua que caía hacia un hermoso sonido al chocar contra las piedras y cada gota que salpicaba se convertía en pequeñas florcitas verdes que se pegaban al pasto. Virginia estaba maravillada, no podía creer que su deseo se hubiera cumplido  así que exclamó – ¡Soy Feliz! – y de pronto un pájaro enorme y azul apareció a su lado y cantó una canción. Virginia dejó a un lado el tejido, puso sus manos en el chorro de agua y bebió. En ese momento empezó a sentirse mareada así que se sentó en una piedra a mirar el cielo. Descubrió  que si parpadeaba tres veces seguidas el cielo iba cambiando de color como si fuera una pantalla de cine gigante. De azul paso a celeste de celeste a blanco de blanco a rosa de rosa a lila de lila a naranja y así hasta que se dio cuenta que el pájaro azul había dejado de cantar. Le pregunto al pájaro, -¿Por qué dejaste de cantar pajarito? – El pajarito le contesto muy triste  – Es que me aburrí de cantar siempre la misma canción – Entonces Virginia le dijo que ella le podría enseñar una nueva canción – así que el pajarito azul se puso a escucharla. Virginia canto:
En el viento soy un pez
En el agua soy un dios
Cuando canto esta canción
Siempre puedo estar mejor
Para ser feliz no hay que mentir
Para amar no hay que llorar
Si tú quieres sonreír
Siempre tendrás que jugar
II. Hazte amigos
Al pajarito le encantó la canción así que se pusieron a practicar. En ese momento apareció un monito rojo con una guitarra y empezó a tocar según el tono de voz del pajarito y de Virginia, así que entre los tres pudieron formar un trío musical. El pajarito silbaba y hacia coros, Virginia cantaba y el monito rojo tocaba la guitarra, así cantaron toda la tarde hasta que a Virginia, que ya no estaba mareada, le dio hambre, entonces pregunto donde podría comer y dormir. El pajarito azul y el monito rojo le dijeron que podría quedarse en el palacio donde todos vivían. Virginia muy contenta se fue con ellos, caminaron y caminaron hasta que llegaron. Era un enorme palacio construido con piedras, hojas y barro rodeado de arboles y de flores, justo en el medio desembocaba un lago que provenía de las montanas, que rodeaban el palacio, donde todos podían sacar agua para beber, cocinar o lavarse. Virginia un poco temerosa confesó a sus amigos que no tenía dinero para pagar el alojamiento, pero ellos respondieron que no lo necesitaría porque en el palacio donde todos vivían no existía el dinero. – ¡Increíble!- exclamó Virginia – de donde yo vengo las personas no pueden hacer nada si no tienen dinero- dijo. El pajarito azul y el monito rojo empezaron a reírse hasta llorar, el monito decía – ¡que ridículo es eso! me imagino que no pueden comer el dinero, ¿o si? – Virginia muy confundida contestó que no, que para obtener apenas un  poco de dinero su padre debía ir a trabajar todos los días muchas horas y compraban muy poquitas cosas porque a veces no les alcanzaba para comer, vestirse, asearse y que eso muchas veces hacia pelear a su papa con su jefe y este después bebía mucho y a veces se gastaba el dinero en bebidas, luego se peleaba con su madre y las cosas terminaban muy mal. Virginia se puso muy triste al terminar de contar esto pero el pajarito azul comenzó a silbar la canción, así que el monito rojo agarró la guitarra y los dos cantaron para ella. Virginia decidió olvidar esa parte de su vida para no arruinar el mundo perfecto. Muy agradecida de sus amigos, se levantó y los abrazo muy fuerte, el monito rojo le secó las lágrimas con un pañuelo amarillo y el pajarito azul paso su ala por el rostro de la niña y le dijo- Este es tu mundo, Virginia, no dejes que nada te ate al pasado, intenta que ser feliz aquí y ahora. –de ese modo, Virginia se tranquilizo y pudieron seguir recorriendo el palacio.
III. Aprende cosas nuevas
Virginia se animó a recorrer el palacio, allí había más monitos, pajaritos azules, ñandúes, vacas, ovejas, pajaritos rosas, conejos, y algunos seres que Virginia no conocía –Deben ser de otro mundo- pensó, y aunque no los conociera, como a todos los otros los trato de igual a igual.  En el palacio todos los seres vivían juntos y felices, no había habitaciones privadas porque a la noche todos dormían bajo las estrellas. -¿Cómo hago para conseguir alimento? – le pregunto Virginia a un ñandú de color rosa que estaba bailando alegremente. El ñandú que movía sus largas patas y su cuello sin parar no la escuchaba así que Virginia supuso que si bailaba a su lado tal vez la escucharía, entonces se sacó sus zapatitos medio rotos, sus medias, y se puso a seguir los pasos del ñandú. Al principio le costaba hacer los movimientos, aunque como eso la divertía no paró hasta lograrlo y de pronto se encontró bailando a la par del ñandú. Ahí Virginia le dijo sonriente–¡qué divertido es bailar, siento que vuelo! – el ñandú la escuchó y la saludo con una gran sonrisa. Bailaron juntos hasta cansarse, Virginia se había hecho un nuevo amigo. Cuando terminaron de bailar, caminaron hasta el lago a tomar agua, y allí Virginia volvió a preguntarle -¿Cómo hago para conseguir alimento? – El ñandú bailarín le respondió – Mira tus manos, ¿sabes hacer algo con ellas? – Virginia, miró sus manos y luego de pensar unos instantes le dijo – sí, se tejer- entonces el ñandú le contó que en el palacio donde todos vivían los alimentos se conseguían a cambio de algo que uno no pudiera hacer y el otro sí. Virginia le propuso al ñandú tejerle un sombrero si este le conseguía una manzana, el ñandú acepto así que Virginia se puso a terminar su tejido bajo un árbol y luego de unas pocas horas se lo entregó. El ñandú muy contento le dio una manzana a cambio y Virginia, satisfecha por su trabajo, la comió  y se tiró a dormir bajo las estrellas como todos hicieron cuando llegó la noche. Antes de cerrar los ojos decidió que viviría en ese mundo para siempre.  Así fue como Virginia aprendió que deseando desde el corazón se llega a un mundo perfecto en donde se aprenden las cosas más simples para ser feliz.
FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario