Me sostuve
muy fuerte del marco de aquella puerta. Y en esos segundos acalorados, mis pensamientos
resbalaron hacia un precipicio infinito que bajaba en espiral. Por momentos sentí
que me sumergía en un lodazal de barro y lagartijas y que era absorbida por la
eternidad del sudor. Al principio lo sentí frío entre las diminutas pelusas de
la nuca, luego observe como formaba una gota que bajaba en forma recta cuesta
abajo por mi columna vertebral hasta desembocar
en el fin de la médula espinal. Casi en el mismo instante en que pude
abrir la boca para decir “ayuda” me desplome sobre unos brazos que me fueron
arrastrando hacia una puerta blanca, tan grande y blanca era que sus destellos
no me dejaron ver que había mas allá de sus plateados marcos. No podía ver,
solamente escuchar, todo lo que pasaba a mi alrededor era un sonido como el de
una nube de gas pintada con colores difuminados que en aquel instante se
acariciaban entre si, superponiéndose, como dándome el saludo de bienvenida o de
despedida hacia y desde alguna parte. Entonces caí a algún suelo, sentí el frío en mi rostro mas luego en el cuerpo entero. Abrí los ojos y supuse que me habían
sentado en algún sitio y que estaría despertando de todo lo ocurrido en ese
instante ciego en una vereda, donde lo que había pasado momentos antes me parecía
extraño. Recurrí a la mirada, cuando alce la vista, tenía unos borrosos ojos
escrutándome. Me habían sacado de donde estaba. Pero, ¿donde estaba ahora? Ni
siquiera podía preguntarlo. Así que me tome de las paredes que me escoltaban y
trepe hasta el equilibrio de mis caderas y rodillas, alargue un pie, luego el
otro y me largue a caminar. Tras unos segundos de caminata, había notado que
caminaba siempre hacia adelante y en línea recta, mas, no podía caminar hacia atrás
por instinto o zigzaguear porque si. Mi estructura formaba parte de algo
programado de antemano. Aunque trate de
cambiar mis pasos, nada era más fácil que hacer las cosas simples, así que me
quede con esa única opción. Llegue a un lugar en el que había algunos que
caminaban igual, la diferencia tal vez, radicaba en sus estaturas, o ritmos,
pero no en su proceder. Aunque era curioso pero entretenido, luego de unas horas
de andar, el instinto se apareció otra vez y de esa manera se enloqueció por un
objetivo. Me dijo unas palabras como, -apresúrate, que no llegaras al objetivo-
y yo, ya no instintivamente, contestaba,
-¿que objetivo?- Y fue en ese mismísimo momento
en que empezó la discusión.
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