viernes, 7 de septiembre de 2012

Notas de septiembre


Me sostuve muy fuerte del marco de aquella puerta. Y en esos segundos acalorados, mis pensamientos resbalaron hacia un precipicio infinito que bajaba en espiral. Por momentos sentí que me sumergía en un lodazal de barro y lagartijas y que era absorbida por la eternidad del sudor. Al principio lo sentí frío entre las diminutas pelusas de la nuca, luego observe como formaba una gota que bajaba en forma recta cuesta abajo por mi columna vertebral hasta desembocar  en el fin de la médula espinal. Casi en el mismo instante en que pude abrir la boca para decir “ayuda” me desplome sobre unos brazos que me fueron arrastrando hacia una puerta blanca, tan grande y blanca era que sus destellos no me dejaron ver que había mas allá de sus plateados marcos. No podía ver, solamente escuchar, todo lo que pasaba a mi alrededor era un sonido como el de una nube de gas pintada con colores difuminados que en aquel instante se acariciaban entre si, superponiéndose, como dándome el saludo de bienvenida o de despedida hacia y desde alguna parte. Entonces caí a algún suelo, sentí el frío en mi rostro mas luego en el cuerpo entero. Abrí los ojos y supuse que me habían sentado en algún sitio y que estaría despertando de todo lo ocurrido en ese instante ciego en una vereda, donde lo que había pasado momentos antes me parecía extraño. Recurrí a la mirada, cuando alce la vista, tenía unos borrosos ojos escrutándome. Me habían sacado de donde estaba. Pero, ¿donde estaba ahora? Ni siquiera podía preguntarlo. Así que me tome de las paredes que me escoltaban y trepe hasta el equilibrio de mis caderas y rodillas, alargue un pie, luego el otro y me largue a caminar. Tras unos segundos de caminata, había notado que caminaba siempre hacia adelante y en línea recta, mas, no podía caminar hacia atrás por instinto o zigzaguear porque si. Mi estructura formaba parte de algo programado de antemano.  Aunque trate de cambiar mis pasos, nada era más fácil que hacer las cosas simples, así que me quede con esa única opción. Llegue a un lugar en el que había algunos que caminaban igual, la diferencia tal vez, radicaba en sus estaturas, o ritmos, pero no en su proceder. Aunque era curioso pero entretenido, luego de unas horas de andar, el instinto se apareció otra vez y de esa manera se enloqueció por un objetivo. Me dijo unas palabras como, -apresúrate, que no llegaras al objetivo-  y yo, ya no instintivamente, contestaba, -¿que objetivo?-  Y fue en ese mismísimo momento en que empezó la discusión. 

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