Cielo.
domingo, 8 de julio de 2012
Espectro Molesto
Ya pasó, me dijo. Sí, supongo que ya pasó, me digo. Y es que
es así y no puedo extrañar, todavía, a veces no entiendo. Y quizás, si tal vez
la respuesta fuera que no tendría por qué comprender nada... Si tal vez eso
fuera así, yo estaría más tranquila, a
veces, cuando me invade esa pregunta otra vez y voy y busco ahí donde quedó
algo, pero que no se ve. Y entonces otra vez, me digo: ¿qué es? ¿qué buscas ahí?
si ya pasó, no vuelvas. Bueno pero entonces que se vaya. Pero si no está, si ya se fue, hace mucho que se fue, ¿qué vas a hacer? ¿por qué sucedió así? ¿qué es? Pero, ¿Será un
castigo, una cruz para llevar? Por qué? Si yo hago como que no lo veo, pero
sigue estando ahí, se ve... porque algo me empuja a verlo. Aunque haya cambiado
mi parecer, porque yo se que antes lo sentía y que llegué a romper todos los
límites anímicos para vencer una fuerza más grande que yo... pero me quedé
luchando sin un Apolo. Y a veces creo que pude haber sido arte con él, pero nada
de eso pasó, y hoy soy arte porque mis dioses estéticos estaban dentro mío y no
ahí afuera. Pero, sin embargo, él... y yo que se que nada pasa, que se que nada
es como yo fantaseo... Lo único que se e infiero (entonces no lo se, tampoco) es
lo peor de ese tiempo. Lo peor que lo pasé, sí, lo pasé. Pero lo pasé volando y no pude ni siquiera darme cuenta de que se me desplegaban las alas. Y ahora, que a veces recuerdo
cómo era el sexo largo y las horas de no hacer, las horas de pensar
obsesivamente, las horas de llamar mentalmente, las horas que pasaban hasta
convertirme en un triste y olvidado fantasma del amor. Porque el amor, no se llevaba bien
conmigo hasta que de pronto algo pasó entre medio y tuve que elegir qué quería.
Pero eso, eso nunca lo voy a olvidar. No. Porque cosas así de esa intensidad y
ese calor que recuerdo, no se si se pueden arrojar así, como si nada, como tirando papeles que no importan. Quedan guardadas como
punto de equiparación entre las emociones que van cambiando. Y así, aún ahora,
cuando miro sus ojos en mi recuerdo, no encuentro el misterio, me importa no develarlo si
quiera, no por miedo sino porque no sirve para nada dar un paso atrás a un
recuerdo inolvidable que a veces me molesta. No sirve estrellarse más, ¿para
qué? Entonces vuelvo a la comodidad de mis límites agudos y gritones, les canto
canciones para adormecerlos y dejarlos allí, que no lloren, o que lloren pero
que se duerman y hagan silencio y me dejen sola, irremediablemente así, sin
hacer nada más que mirar cómo yo pude haber alcanzado ese sueño temprano con
alguien que ni siquiera ya debe acordarse de nuestros hermosos misterios... ¿nuestros? sí, los misterios que los unían, y ahí me enfado con la mística y sus encantos, yo me creé un velo, yo estuve besando a un velo, a una aparición casi letal, una transparencia que existió a mi lado y que ni siquiera debe tener memoria para acordarse que... y yo, aquí, a veces, -sobre todo con este clima y a estas horas de las tardes, tardes que vienen cayendo como noches cada vez más pesadas- con tanto para suspirar, con tanto para responder.
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