Acaricio su piel áspera, con texturas que van más allá del terciopelo, admiro
  milagrosamente su color reflejado al de la tierra. Juguetona y curiosa
 clavo en él un objeto filoso, lo corto y voy desvistiendolo de a poco, 
descubriendo que hay más abajo. Allí veo otro color tan hermoso como 
los días de sol. Acerco mis labios, rozo la lengua en la suavidad a la 
que me sumerjo: siento lo agridulce en mi paladar,
 me animo a más, lo muerdo y me hundo en un cerrar de ojos, disfrutando 
del placer de esa textura que se hace crocante y me regala cuantiosas 
semillas para rematar. Verde esmeralda, agridulce como la bifrucación 
entre el río y el mar. Como la cruza entre Brasil y Argentina. El kiwi 
perfecto. Definitivamente, mi fruta preferida.  
 
 Cielo.
 
Demasiado sensual para ser palabras nada mas.
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