La locura de los hombres es falsa alarma en los sentimientos ajenos.
Un día me sentí loca. Y me volvió a pasar de ahí en más. La cabeza me daba preguntas y no me daba respuestas. Las preguntas no tenían respuestas, y esas respuestas nunca habían sido preguntadas por nadie. No existían vientos ni cuando mi corazón escuchaba luces y en esa noche de preguntas no me escapaba por las montañas heladas y abandonadas al silencio porque antes tenía que darle una respuesta a ese silencio, comenzando despacio, tirando puñetazos a los fantasmas que me gritaban ensordeciéndome con su ausencia hecha lágrimas (No soy yo quien escribe sino que es eso que fue creciendo conmigo como crece la hierba en el cemento... envenenando mi psquis. Como una inyección de veneno que se clavó en el medio de mis talones y fue enroscándose desde ahí hasta el final del pelo. Resultado: hoy puedo medir mi locura en 1 metro 63 centímetros y suponga que medio metro más también).
Tan loca es que estoy señores, que puedo sentir dolores agrios en el cerebro, verdes, anaranjados, azules y alejo la mirada de los cuerpos humanos que van apretados en el subte y llegan a provocarme un asco nervioso. Siempre quiero salir gritando, imaginando…yendo a buscarte y mirándote de lejos, acercarme, mirarte de cerca, reconociéndonos. Emprender nuevamente el vuelo al universo eterno de mis senos besados por cualquier enfermo hombre sediento de besos. Basta, ya no puedo.
El día que enloquecí entendí todo el cosmos completo y la yema de mis dedos terminó de acariciar la dureza de los granos con pus. Pus… ¡es una linda palabra! -me gustaría saber si vivir en una burbuja de pus es lo mismo que vivir en una burbuja de ideas que no tienen pies-. Pulsé el botón del elevador hacia las nubes y ahí en el cielo respiré hondo para seguir echando pus como veneno en cualquier parte que me parase a buscar el por qué del fin de la muerte y el cómo del principio de la vida. ¿Tenía que gritar o pincharme los ojos para que en ese infierno de esqueletos en movimiento mi cabeza tuviera un descanso de lo inentendible? Pensé el pensamiento (Qué me importa esa... si en una noche como ésta la luna anda atravesando los rincones de esta pieza, y voy vaciando entre bocetos un asco que se escupe con tinta azul sobre la mesa. Y todo atraviesa mi sombra, la luz de ella, en un rincón, las estrellas, la carne de mis piernas, reposadas en el suelo, las ojeras, las ideas. La poesía que se escribe como enredando tus pelos en mis dedos. Es de noche, y todo empieza por mirarnos al fondo de los ojos). En el fondo de la botella estaba la verdad de los borrachos que enloquecidos bebían, tristes y vacíos como la botella en su final. De igual manera los ojos estaban llenos y se vaciaban de contenido y de color cuando alguna angustia opacaba su brillo. Pero cuando quería ver a la gente, la miraba de frente y al fondo quedando así…con las pupilas conectadas por el puente más fuerte del mundo. Eran puntos negros en el espejo, historias reprimidas que podía verlas ahí, escritas en aquellas miradas de luces que brillaban y se apagaban al instante como una pequeña estrella fugaz.
Las sienes de cada costado me latían pateándome los intestinos, obligándome a reforzar los pensamientos, llevándome a la muerte. Y la muerte que tarda, que no viene a buscarme y es como el hombre que me sacudió misteriosamente la vida de un segundo a otro, haciendo de la locura una historia de nuestra vidas, un instante de vacío posterior. Ese día que me salí del cordón de la vereda no volví a entrar jamás en los otros juegos. Vivir se convirtió en pensar qué pasaría si fuera a buscar oro al final de los arcoíris.
El día que mi cabeza comenzó a pensar en espiral, lo entendí todo: el universo y sus planetas, los rayos del sol, las caras de la luna. El amor no fue para mí más que una puerta abierta en medio de un río, flotando sobre él, desnuda y tiesa… esperando ser golpeada, abierta, penetrada, pasada de largo, cerrada, cerrando personas, personas ajenas, objetos, animales, todo detrás de ella. De esa puerta amarilla tengo recuerdos, soy una puerta que se abre y se cierra, porque aprendí que dar amor es volver a abrir la puerta, para que esos objetos, animales y cuerpos se estremezcan volviendo a mover el picaporte, tirando de aquella y salir de eso, flotar en el río, despierto, mirar los cometas. La locura es una puerta despierta en el río que desnuda al amor de noche. El amor golpea a la locura, la puerta se abre, el amor enloquece. La puerta, el amor, los locos, todos flotan.
¿Y si dejás de pensar?
¿Y si me acerco al mar?
¿Y si pregunto a los caracoles por tu ausencia?
¿Y si el sol me ayudara a llegar ahí?
¿Y si el océano se expandiera mas y mas?
¿Y si la tierra comenzara a latir?
¿Y si de un salto pudiera volar?
¿Y si la arena comiera mis pies?
¿Y si enloquezco más y más?
Y MÁS
Y MÁÁS
Ó
MÁÁÁS?
NO LO CAMBIO POR NADA.
Cielo.