Dentro de algún cilindro sin fin, mirando la bruma de la espesidad, puedo escuchar cómo desde allí en lo más alto de lo profundo unos gorriones sin ojos y con los picos marchitos me gritan silbando.
Mis relojes no arrancan, y sin embargo, decidida me levanto después de un largo sueño de sombras que saben mentir con mensajes recibidos y denotados connotativamente por mi super yo heroico -porque antes herido-, y abro la ventana de la casa para atravesar el viento de la mañana.
En el fondo del mar hay una línea que me hace sentir una pelusa pequeña y una voz me dice a mi sola, muy despacito, procurando ser "la no oída", que cierre los ojos y caminando me acaricie los dedos de los pies rozándolos sobre la línea gris azulada que separa el cielo del fondo plano del mar y que se para en el cielo del fondo del mar plano, sin buscar puntos de fuga - de los que no hablamos, porque sé que nunca se ha podido tocarlos- (aunque se les haya ocurrido).
¿Por qué buscaría una salida el mismísimo horizonte para poder fugarse si el mismísimo ha nacido desde la muerte de la muerte, desde la bisagra entre la puerta y el cuarto, desde la línea que divide el globo del oxígeno, y su minuciosidad tan simple es capaz de vociferar entre suspiros de la brisa en mi oído esta pregunta que me recuerda -casi como respondiéndome una verdad con final suspicaz-, que el horizonte es horizonte por no ser el final sino que el mismo "ES" cuando se realiza en la existencia del no-fin?
Vaya interrogante que sin son ni bom-tum-pom-pom me recuerda a su papel en el universo. Y al mío, que esta noche se parece tanto a aquella voz que se ponía silibosamente a hablarles de esto, que a la vez, es eso... y puede ser también aquello que aún no sabemos como termina, pero que seguramente nos ha hecho mirar entre más silencios murmurosos el aroma de la bruma que nos devuelve aquél viento que atraviesa la ventana a la mañana... y nos besa.
Mis relojes no arrancan, y sin embargo, decidida me levanto después de un largo sueño de sombras que saben mentir con mensajes recibidos y denotados connotativamente por mi super yo heroico -porque antes herido-, y abro la ventana de la casa para atravesar el viento de la mañana.
En el fondo del mar hay una línea que me hace sentir una pelusa pequeña y una voz me dice a mi sola, muy despacito, procurando ser "la no oída", que cierre los ojos y caminando me acaricie los dedos de los pies rozándolos sobre la línea gris azulada que separa el cielo del fondo plano del mar y que se para en el cielo del fondo del mar plano, sin buscar puntos de fuga - de los que no hablamos, porque sé que nunca se ha podido tocarlos- (aunque se les haya ocurrido).
¿Por qué buscaría una salida el mismísimo horizonte para poder fugarse si el mismísimo ha nacido desde la muerte de la muerte, desde la bisagra entre la puerta y el cuarto, desde la línea que divide el globo del oxígeno, y su minuciosidad tan simple es capaz de vociferar entre suspiros de la brisa en mi oído esta pregunta que me recuerda -casi como respondiéndome una verdad con final suspicaz-, que el horizonte es horizonte por no ser el final sino que el mismo "ES" cuando se realiza en la existencia del no-fin?
Vaya interrogante que sin son ni bom-tum-pom-pom me recuerda a su papel en el universo. Y al mío, que esta noche se parece tanto a aquella voz que se ponía silibosamente a hablarles de esto, que a la vez, es eso... y puede ser también aquello que aún no sabemos como termina, pero que seguramente nos ha hecho mirar entre más silencios murmurosos el aroma de la bruma que nos devuelve aquél viento que atraviesa la ventana a la mañana... y nos besa.