Se podía ver desde una misma esquina los diferentes pasos, las diferentes poses que los árboles nos enseñaban: agachados, abrazados, verdes, oscuros, lindos, grandes, flacos. El ojo se resbalaba entre tanto, tranquilo, cuando la tarde se iba desmayando, cayendo… despacio entre los dedos frágiles del sol. La mujer se acariciaba el pelo y se sonreía entre las páginas de un libro destapado, destartalado y creía que la historia real era la historia de mentira. Increíble. La abstracción, la acción, la figuración, representación de una misma en palabras que se unen con cadenas y conectan ahora tu cabeza con este papel… y en vos se escucha una voz, quizás, tu voz… quizás, escuches la mía hablando de esto. Hablando sola con la noche que me oye, yo sé que me oye. Todo conspira, nos rellena como globos, con aire o como bombitas, con agua. O como tortas de cumpleaños felices, con dulce de leche y crema. Y entonces, o estamos vacíos, o estamos llenos de lágrimas o somos dulces y felices como los cumpleaños felices. Yo me pregunto, me pregunto tantas cosas… una de ellas es el tiempo. El tiempo “me” pregunta. Yo lo miro como a las páginas del libro en un colectivo. Qué linda que es Buenos Aires, hay noches en las que encaja perfectamente conmigo. Si cerraba los ojos y se dejaba besar por el aire de la tarde, acariciar por el viento fresco de septiembre a la tarde, escuchaba mejor su voz dentro y se inmiscuía en pensamientos infinitos, se respiraba la música y cantaba desgarradoramente el blues de ese muchacho colombiano que se le había acercado con la intención de leerle una poesía por puro amor a lo que uno siente que hace bien. Y que le hace bien. Vaya. Que extraña, extraña vida. Estaba todo en su pensamiento como en un cambalache bien revoltoso. Y no se si todo eso podía justificarse con un corte de pelo. Amar mezclado con uno mismo es una sopa caliente en invierno. Porque no todo estaba hecho con vos, mon amour, no bailamos jazz juntos (oh, si… si claro que bailamos, el otro día a la tarde ¿te acordás?), no volamos hacia otras tierras (oh, si… si fuimos a Uruguay y fuimos los locos mas felices del mundo), no nos matamos a besos por todos los rincones que se nos presentaron apretaditos y oportunos (bue… es claro que solo recuerdo algunos porque fueron muchos), oh Sir Efelanth, me siento bien con vos. Por favor, no sepas entenderme nunca. Aun suena la pista de lejos. Se sienten todos los segundos dentro de las venas, los segundos son nuestros latidos, ¿quién puede confirmar que los corazones de todo el planeta laten al unísono en la misma frecuencia? No es uno solo el tiempo. No es eso que imaginamos viejo, -viejo-, del año de los dinosaurios y el big bang,.. El tiempo es muchos tiempos a la vez, nunca fue uno solo, nunca lo será. Todos los segundos son la reproducción de un tiempo pasado hace un segundo. Y los segundos se van marcando con los latidos de mi enfermo corazón. Y tus segundos se van marcando con el tuyo, con tu reloj natural. Tic-Tac. Tun-Tun. Tic-Tac. Tun-Tun. Salió la luna, comenzó la noche bonita. Salió el sol, comenzó el día. Noche, frío. Día, calor. Ay, frío todos te critican. Yo te necesito como a la luna. Ay, Sol, todos te absorben y yo también cuando paseo en bicicleta dando carcajadas y poniendo la cara para que me quemes aun mas la piel. El ritmo se mostraba bello, se le aparecía misterioso y con guantes de seda. El bar a la noche… donde se revolcaba entre las fantasías del “¿Qué será de mi vida?” y se chupaba unos 30 mates por día y unos 4 teses y lo pensaba, lo cantaba, lo puteaba y se enojaba con ella por no poder ser más fuerte. Son serruchos y madera. ¡Qué dolor que me dio escalofrío…! Todo continuaba… a las patadas en el culo, como siempre. Pero continuaba. Y antes de patalearle al espejo, o al colchón que ya no era acolchonado, se regocijaba de risa y andaba regalando besos pa' sentirse bien. Cazadora disfrazada de carnero degollado...
Cielo.