domingo, 20 de febrero de 2011

Salpicarse de uno.



Pan con mermelada y una pesada taza de café provocan que la mirada posada en la ventana -desde hace ya un buen rato- se torne lejana. ¿Y quién podría venir a discutirme en este preciso instante que las gotas de lluvia que traspasan el tejido de la ventana y salpican mi cara lavada  -recién  despertando- no son el fenómeno más nostálgico y precioso que uno haya visto jamás? Y asomo la nariz para oler el gusto de la lluvia, y aunque a usted le parezca extraño, siento que la lluvia tiene un gusto seco que revitaliza los pulmones liberándolos -al menos imaginariamente- de tanto humo podrido que llevo ahí guardado, enganchado entre los alvéolos. Podría pasar una hora y media mas, aquí sentada, reflexionando sobre la lluvia -y con ella- desde su amenaza hasta su fin y sus secuelas. Estoy presente en mi mente y es ella la que me trajo hasta acá. La había sentido venir silenciosa y astuta, ayer... Ésta mañana cuando me asomé por la puerta balcón de una habitacioncita de la Av. de Mayo y ví desde un tercer piso todo el cielo negro, confirmé mis anteriores sospechas. Miré hacia abajo, el piso lejos y el techo del puesto de diarios se vió pequeño. Lo observé con silenciosa atención. Llegué a calcular una caída sobre aquél, sobreviviendo de la muerte para amortiguar el golpe. Y si, es ese tipo de cosas que uno imagina y no me diga que no. No le voy a creer que nunca pensó que viajando en colectivo éste podría caerse del puente sobre el que iba pasando y usted como un idiota suicida y conciente se tomó fuerte del asiento que tenía adelante y pensó en las probabilidades que tenía de morir esa tarde o en las posibilidades que tenía de morir el que estaba sentado al lado -todos estos pensamientos transcurrían mientras usted relojeaba dónde estaba colgado el martillo de emergencia para romper los vidrios, para escapar de la muerte o del destino que nuestras viejas dicen que tenemos marcado-. Pero se terminó resignando y pensando: "que pase lo que sea que tenga que pasar". Y así como la ve de silenciosa a la lluvia, la vi yo ésta mañana. Y le dije: "ya te andaba esperando a vos por acá", mientras ella seguía escondida detrás de los techos de los edificios viejos, los carteles, los cables y los semáforos... ¡como si uno no la viera venir!. Aunque por ahí escondidos debían andar esos hombres misteriosos que no levantan la cabeza para indagar el cielo, ni a la mañana ni nunca. Que aún no saben que cuando el cielo cambia de color y se pone negro, te está advirtiendo que ese no es un buen día para salir a comprar cigarrillos en zapatillas de lona. Ellos todavía no se habrán dado cuenta de que el vaho pesado y húmedo que se mete desvergonzadamente por las ventanas se llama "olor a lluvia", señores. Y que es como si toda la bronca de la gente que corre en la ciudad se elevara alto y cada vez mas, y todo eso se convirtiera en una masa pegajosa que necesariamente debe ser escupida desde allá, fuerte, con mucho asco, en cualquier momento. Y desde acá abajo la escucho llegar - junto con el sonido que voy haciendo al tragar el café, que está caliente, rico y aromático- Me siento capaz de haber escuchado el "PAC" de la primer gotita que golpeó contra alguna parte de la tierra, tal vez por acá, muy cerca. Y en otra parte del espacio, lentamente cae otra, y así como una percusión infinita de voces que cantan juntas una tormenta, siento el ruido de los autos que se deslizan sobre el agua, la ruta mojada, seduciéndome como un sonido de serpientes que silabean, un sonido "seseante", como harían las susodichas al hablar. Créame que si usted anda triste, la lluvia lo ayudará. Y que si andaba meditabundo, sacará conclusiones al respecto -ya vamos, no "horoscopee" demasiado- .Verá nomás, que si detuviera el reloj unos segundos y con él parase de girar la tierra al mismo tiempo, al mismo instante en que todas las miradas de los hombres se posasen sobre las gotas que resbalan con sublime suavidad sobre un vidrio empañado - el que sea-, ese pan con mermelada que a lo mejor usted también estaba comiendo dejaría de ser eso para convertirse en el mérito de todos sus pensamientos, sus angustias, sus felicidades y sus miedos. Lo mismo le pasó a usted y a mí con ese cigarrillo que se cansó de ser besado inútilmente debajo de la lluvia y que era fruto de nuestra voz en el cerebro, de la misma forma que nuestras reflexiones son el fruto de ese humito que aspiramos y que vamos largando en largas asfixiantes bocanadas - al igual que los pensamientos, las reflexiones, las lágrimas- muriendo lentamente cada vez un poco más y preocupándonos por aquello, cada vez, un poco menos. Más bastaría todo eso para que la última gota de lluvia terminase al unísono con mi última palabra. 
Y "PAC", se acabó. 

Cielo.

jueves, 3 de febrero de 2011

Elefantes mudos

  No te avives

Que ya es tarde.

Y salió corriendo el cuerpo desnudo que andabas buscando vos.

Tardará en caer la última pestaña sobre mi pecho

Y el hambre, las arañas, los corpiños enfrentarán tu ojo frente al mío. 

Sé que sacudirán las olas su enojo conmigo,

Que mi piel sudará rencores como la fiebre suda 

Gotas de rocío.

Y en  un lago de lagartos sentiré frío. 

Sentiré que los bosques más negros 

Que hayas conocido 

Volverán en mi mente, rajarán los bocetos de tu historia conmigo. 

Te encontraré en el retorno como un hueso fétido/dormido 

Mis dientes rechinarán odio y mis besos lamerán tus oídos.  

Silencio, silencio, silencio,  

Verdadero sonido entre montañas de cemento.  

Silencio es cuando el cuerpo siente que lo escucha todo, 

Que no hay tempestad 

No, no hay. 

No se puede callar lo turbio de las calles mudas.



Cielo

martes, 14 de diciembre de 2010

Crónica de La Boca a mi boca.



Y todo se hizo nublado de colores verdes y rojos mezclándose hasta que me desperté de golpe. Los ojos se quedaron mirando fijos a la lamparita que en la oscuridad de mi cuarto todavía podía verse en el techo. Pestañeé. De lejos se escuchaba una canilla gotear. Resbalándome entre las sabanas que me envolvían frescas puse los pies descalzos en el piso y me quedé sentado por unos segundos en el borde la cama. Y en el silencio mas profundo de la habitación me levanté para tomar agua. La casa estaba fresca y no había nadie, por las ventanas no corría el aire y los mosquitos se habían pegado a la pared. Decidí salir a caminar, estaba obnubilado, me sentía extraño. Entonces agarré las llaves, la bicicleta y bajé por la escalerita de la pensión sin hacer ruido. En la puerta del 8 estaba Doña Clara sentada en su silleta celeste de playa, que me saludó con un “Adiós querido”. Seguramente estaría “tomando aire” o haciendo eso que mis abuelos hacían siempre cuando era verano y yo jugaba en la vereda de mi casa en un barrio al sur de Montevideo. “Qué raro, tan tarde” pensé, pero no se, seguí mi rumbo por el pasillo y ya en la calle iluminada por reflejos anaranjados me dejé llevar montado en mi bicicleta roja de paseo, a la que algunos llaman “inglesa” pero yo sé bien que es de la Industria retro Argentina. Los pibes estarían en el pool del Polaco, La Caro estaría durmiendo ya o en la casa de su novio nuevo, yo quería estar solo, así que pedaleé por Benito Pérez Galdós para el lado del puerto. El Teatro Catalinas del Sur se asomó en la esquina, sus actores de alambre, chapa y pintura estaban ahí como siempre, fijos en la pared, guardando la misma posición, quietos, mudos y sonrientes saludando por unas ventanas de perspectiva plana que se pintaban detrás de esos cuerpos artificiales que caracterizan la fachada del teatro y que andá a saber. Los miré con algo de miedo, porque de noche esas caras exageradas se hacen raras si hasta sentí que uno de ellos me siguió con la mirada. Me pregunto qué hubiese pasado si el circo y el teatro no hubiesen existido jamás. Me pregunto que pasaría si el circo y el teatro dejaran de existir. A lo mejor, los niños ya no querrían a los payasos como yo, a lo mejor, tendría que buscar otra forma de vivir,  a lo mejor la risa sólo se podría conseguir a través de medios virtuales o fármacos. Temí y me sentí vivo. Estaba volando encima de una bicicleta y a la vez estaba soñando continuar con mi trabajo como malabarista en los semáforos y en el teatro todos los días que restaran de mi vida. Me sentí responsable por la posible extinción de las sonrisas, las risas y las carcajadas; que para ilustrarlo bien, quizás pasarán a extinguirse desde carcajadas a risas, de risas a sonrisas, hasta que en el rostro humano no queden fuerzas para mover los músculos de la cara y todo el barrio y todo el mundo pase a ser de multicolor a blanco y negro, de ruidoso a mudo. Y que tal vez yo pasara a ser de payaso alegre y libre, a un mimo triste y atrapado entre paredes imaginarias. Quizás, estaría teniendo otra noche de absurda introspección. O tal vez, en una de esas, mis temores me convirtieran en un visionario.
Seguí mi camino cada vez a más velocidad, calle abajo, y el aire con olor a barcos se empezó a sentir aún más. De lejos se empezaban a ver los viejos containers apilados de todos colores. Crucé una vía que murió hace años en el barrio y que, si la seguís, te lleva a dar unas vueltas por Caminito, reliquia urbana que a la luz del sol, se quema como la textura de las chapas de las casas que teñidas de azul y amarillo se vuelven  tan nítidas como la música y el olor, las pinturas, los cuadros y los bailes que se nos cruzan por cada paso que damos.  Es una vía escondida en la que el sol se apoya cuando atardece en Buenos Aires y se puede ver un hermoso espectáculo.  Avancé por una bajada dejando de pedalear y vi que en la vereda, había un linyera vagabundo y viejo que estaba dormido en el suelo sobre su ropa sucia con una lata a su lado y que sólo podría despertarse con el ruido de una moneda que algún cristiano hiciera caer en la lata y que caería provocando en el viejo una sensación que es algo así como el alivio que dan las lluvias en verano. Llegué cerca del puerto, de los barcos y las ratas. Había olor a río. En la calle no había gente, el temor a los robos de los malandrines había fabricado en los vecinos una barrera interna que no les permite disfrutar de las noches de verano con absoluta libertad. Por eso iba sintiéndome feliz y mientras silbaba bajito una canción de Tanguito, me crucé con la Kasa de las Estrellas. Ahí me saludaron unos gritos. Mi barrio, un barrio de viejos anarquistas y de escuela callejera, ¿cómo no reconocer las caras de los punquies que me saludaban, que son los mismos de siempre y que siguen resistiendo? Fui en ese momento y soy ahora tan libre como quiero. Soy libre cuando quiero serlo. La libertad es abrir la barrera y vencer todos los temores internos y externos. Ser libre es elegir enfrentarme con el otro próximo desconocido o no. Ir siempre volando, abierto a lo que pueda llegar a pasar. Y siendo esto así, uno encuentra siempre su lugar en el mundo. El hombre está excedido de temores y carente de amor, de respeto y libertad para expandir durante todo el trayecto de su vida. El hombre todavía cree que hay que cortarles las alas a los pájaros y construir jaulas, el hombre todavía le teme a las alturas y no se deja elevar por el sonido de su corazón. 
Había pedaleado demasiado. Una vez llegado a la orilla del río, la brisa fresca me secó la transpiración. El paseo había sido placentero y agobiante, hacía calor en la ciudad. Fue una noche para no quedarme a dormir. Di un respiro profundo, un suspiro lejano mirando el cielo negro y estrellado sobre el Río de la Plata y me pregunté por qué había llegado a este lado del charco, cómo es eso que los hombres elijen su espacio, su barrio, su gente, sus amores… me pregunto si será por azar, por suerte o por voluntad. Me había despertado algo extrañado y acabé reencontrándome conmigo mismo, de modo que me pasó algo así como volar desde un sueño a la realidad… Ya no me pregunto porque ahora puedo responderme: yo elijo este espacio porque aquí puedo volar. Yo elijo, yo puedo, yo sigo volando. Yo elijo porque puedo volar.  



Cielo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El poeta gastado.


Había llegado a la estación Constitución a eso de las 23 hs en uno de los últimos trenes que vienen del sur de Buenos Aires. Tenía una maleta verde inglés cargada de las cosas primordiales que solía llevarse los fines de semana a la casa de unos viejos tíos que vivían en Luis Guillón: botella de vodka, cigarros, un libro destartalado, calzoncillos y un viejo crucigrama. Caminando por la calle Lima iba salpicando de su traje amarillento las gotas de un poeta inmiscuido en el ruido de sus pasos.  Caminaba rápido con ambas manos en el bolsillo del jean gastado como si quisiera detener sus piernas que lo estaban llevando decididas. El hilo del viento le acariciaba las orejas y se las enfriaba haciendo que la barba se cubriera de agua.  Así andaba el poeta gastado, casi como una poesía de noche. Cada esquina era un alivio, un respiro que echaban la luz de los lamparones  a las baldosas de las veredas cuadriculadas que el trataba de caminar sin que las líneas le tocaran los pies.  La llegada a la sombra y a la luz blanca de los semáforos lo agitaban para que la caminata no se detuviera y era como un premio llegar a cruzar sin parar, era como llegar no llegar nunca, consumir cada cuadra e ir dejándolas atrás como el olvido mismo. Un peso menos que ardía cual viento que le congelaba la nariz y que hacía mecer su bufanda que danzaba entre la música de la llovizna. Las putas y los travestis  salían de las esquinas, de los autos y  de los hoteles. Todo era como una coreografía de tacones que repiqueteaban de aquí para allá o que iban marcando los segundos con un golpe constante, con un solo pie, a la espera. Las putas lo saludaban, lo perseguían, le decían piropos y el que no tenía más que unos 50 pesos en el bolsillo del saco entró en una whiskería. A lo mejor unos tragos lo acompañarían mejor que la incesante voz de un hombre que le hablaba todo el tiempo en su cabeza. A lo mejor, esa no era una noche para convivir consigo mismo y era otra de esas en las que no podría soportarse y se hablaría del suicidio y se preguntaría por la muerte y por mujeres que habían quedado en los rincones arrugados de la melancolía.  Todo había desparecido tras el zumbido de una cortina negra que atravesó cuando entró al lugar. Ahora no había gotas, ni música, ni soledad, ni pasos, ni frío.  Se quedó parado detrás estirando el cuello para poder ver mejor. Ese lugar era especial. La gente se reía, tomaba tragos, cervezas, y fumaba. Se estaba tan bien como cuando se está bien en esos lugares que huelen mal, las personas son abstractas, hay mucho maquillaje en la piel de las mujeres y zapatos mojados debajo de todas las mesas. Se estaba tan bien como el contraste. Como despertar de golpe, como el choque de dos personas que caminan y no se ven. Como sentarse en una mesa, pedir una botella de vino, sacar un cigarrillo y mirar. Observar las siete mesas contra la pared del lado izquierdo, las cuatro mesas contra la ventana que daba a la calle, un escenario en el centro atrás, unas mesas de billar del lado izquierdo, una rubia teñida que esperaba y un moreno de bigotes que se encargaba de cobrar detrás de la barra. Todo eso parecía triste,  pero a él un trago de vino lo calentó y lo devolvió a la vida. La cumbia hacía bailar a los viejos borrachos con algunas mujeres que se movían en el escenario y se dejaban acariciar las tetas, todo eso lo ponía de buen humor y lo encendía, se levantó y buscó a la rubia teñida con la mirada, sacó otro cigarrillo que unas manos de mujer robaron para encenderlo delante suyo, iluminando un rostro con rasgos finos, ojos marrones, maquillaje vago y una boca desnuda que apretaba con los labios carnosos un absurdo filtro, que chupaba humo y se movía en  una sonrisa cómplice mientras el cigarrillo se devolvía a su dueño. La rubia teñida se había adelantado a sus ideas, había leído sus pensamientos y con un roce de piernas se lanzó a tomarlo por los hombros para dejarle su nombre en la oreja seguido de un suspiro en el cuello. -Lore es mi nombre- susurró la rubia teñida que se alejaba dando pasos hacia atrás, siguiendo la mirada de un tipo que andaba con los calzoncillos en la maleta. -Marcos… Marcos Varela. ¿Qué adelantas sabiendo mi nombre Lore?- le preguntó mientras le envolvía la espalda con la mano. -Cada noche tengo uno distinto, y siguiendo la voz del instinto me lanzo a buscar.- respondió Lore haciéndose cómplice de la canción y acomodándose el escote del vestido rojo. -Imagino, preciosa, que un hombre- dijo Marcos.-Algo más… un amante discreto que se atreva a perderme el respeto…- dijo y sintió inmediatamente dos manos en su espalda que fuerte la apretaron contra ese hombre que tenía sed, que estaba en su noche, que andaba solo que la besó desesperadamente, pasando la mano por el cuello y el pelo. Hubo fuego en el espacio. Marcos y Lore se envolvieron, se abrazaron, se besaron, se mordieron, comieron el humo del otro, mezclaron la saliva por toda la piel, escupieron pelos como animales que en la selva andan perdidos mirando las líneas del suelo, girando en espiral hacia el vacío de la ciudad, buscando y rebuscando, llegando para no llegar nunca, coordinando con los semáforos, hablando con botellas o copas o peleando con su misma voz en el cerebro. Todo eso para estrellarse el uno con el otro en una whiskería, una noche gris de calles que suelen guiarse solas, de elegir besar para volver a probar el gusto del ser humano, de volver a tener tacto con ellos, de escapar un segundo al menos de esas voces que lo martillan de día y de noche, de las imágenes que les dan temblores… Si había algo de lo que el estaba seguro, es que su vida era eso. La búsqueda de placer en una rubia teñida sería como desprenderse de si mismo por un momento, para reconocer a un loco que iba a terminar borracho y desnudo en la cama con una mujer que parecía, ya había conocido mucho tiempo antes. Mientras tanto, en el escenario, bailaban unas mujeres, se agitaban unas manos y a lo lejos se escuchó el ruido de una botella rota. Todo terminó en una pelea entre los viejos que acariciaban mujeres y las mujeres que se dejaban acariciar. Y esas voces y esos ruidos, estallaron al otro día, en los oídos de Marcos Varela como vidrios que explotan en un aullido infinito, como una música tortuosa que hace doler el cerebro y que otra vez, lo despertaron solo durmiendo en el banco de una plaza. Era un poeta gastado. Y tenía que seguir caminando.


Cielo.

viernes, 5 de noviembre de 2010



Es que ya no hay remedio para estos temblores que me acarician.

No creo en lo que firmo con sangre,

estoy creyendo en lo que se coagula entre las arterias.

Las palabras tienen alas.

Los ojos han estallado entre las pestañas como burbujas del viento.

Y tu... tu has quedado lejos, tan lejos que no puedo verte ni de cerca...

Doy mis manos al fuego por mi cuerpo y por mi existencia.

Hay una sonrisa que está latiendo entre tu indiferencia.

Hay un pájaro que está saliendo de su jaula porque tu, mi amo, 


me has liberado.
  
                                                                                                                             Cielo

domingo, 31 de octubre de 2010

Reposar las alas


Mordí la luz, apreté la carne y me levanté entre los escombros de las imágenes ya arrepentidas. Ser la esclava de una prosa hermosa, de un escondite en donde haya gatos ocultos iluminando el ambiente con sus cristales agotadores. Abracé la sombra de un retrato tragando espinas, escondiendo miserias. Gritando hasta romper la noche en pedazos desdibujados, que iban cayendo y enterrándose en el estomago. Mis atajos presentidos desde la muerte ausente de un funeral que lo acabó todo ya. Restos de plumas y de gallos que ya no cantan al alba más que cuando las manos del sol llegan a acariciarlos y a invadirlos de movimiento y de vida.

Yo casi como un cuerpo helado a punto de desvanecerse entre tantos solitarios pasos desahogados. Silencio. Yo como flor en el universo y vos como un cuerpo que me tira de un hilo que no tiene ovillo. Y así quedarse mudo. Buscar algo nuevo, sembrar nuevas plantas, besar otras pieles que son de otro sabor. Un sabor en donde las lágrimas tengan paso, en donde exista un recipiente que las contenga, un bello ser humano que me acaricie en el suelo  mismo cuando yo este ahí. Frotándome el corazón, porque se ha raspado. ..

Y si tan solo pudieras morder de esta boca que anda lamiendo retazos del olvido guardados como un reloj que con el paso del tiempo se ha quedado cansado, reventado, hecho trizas. Cansado de tanto girar entre los mismos números, las mismas personas, la misma casa… tu lengua en mi hombro y mi respiración lenta, cálida sobre tus dientes, cada vez mas, arriba voy, se agita con el movimiento y allí las orillas se ensanchan en mis ojos y las olas y todo el viento y la furia.

He comido como un colibrí de la flor envenenada, he escapado a las montañas a buscar mi ser, a desarraigarte de mis dedos como se arrancan las uñas en un café obsceno, un día azul oscuro con un sol que ya pequeño es para nuestra existencia o la lluvia afuera, da igual. Siempre. El universo y sus actores, que giran en círculos y rectángulos giran, y vamos pasando por todos. La ansiedad de mirar tus ojos lejos, de no verte para no declinarme y no confundirme entre las sombras de los árboles que se mecen, que se abrazan y se rozan. Como la música debería detenerme sin importarme y reproducirme como la bruma en el mar por tus oídos como una dulce sutil estrellada melodía que ni los niños podrían entender.

He sido mendiga de los zapatos, de los recuerdos humanos, de una palabra. Una. Arrastrándome ¿hacia dónde? Hacia donde debajo de las tormentas no está más que uno mismo aguardando que las cenizas vuelen, se corrompan y se separen lejos.  Imaginación que no puedo detener ni con un empujón hacia los resquicios de la muerte. Separarse de la ausencia y buscar, hurgando, aspirando olores que no querré olvidar cuando el frío de los pies no tenga piernas para enroscarse y satisfacer su sed de jugo caliente. Duele adentro y afuera como les duele a ellas y a ellos que no se donde están, que no puedo encontrarlos, porque afronto un planeta lleno de mezquindades, de lechuzas que vuelan alto sobre mi dolor, que no me dejan gritar y estallar hasta sangrar de un llanto la voz y que se escupa hacia vos que sos como eso que no se cura, como un cáncer que no se extirpa que no se va… que me lleva y me da descargas, me envenena. Es el mismo aullido de los restos del calor que ha sido inventado solo para engañar durante un tiempo a esta que aquí está descalza, de pie sobre tus palabras que ya no existen. Es eso en la noche que te reposa sobre una cama, te tapa, te cierra los ojos, te acuesta las alas, te olvida, y se va…


Cielo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Jaque Mate


Como acarician los ojos al mundo, ¿cómo acarician los ojos al mundo? ¡Cómo acarician los ojos al mundo! Hay mezcla de azul y amarillo con ramitas. Verde. Hay toda una estrategia de ajedrez jugado después de muchos años sin matar a la reina. Pedaleo hasta abajo y re pedaleo hacia arriba y la bici me sigue llevando, voy arriba de dos ruedas. Dos. Pedaleo, respiro y sonrío. Sonrió. Recuerdo? Recordé. Como si hubiese sido el último hombre en la tierra. Mujer. No, bueno si. Huellas hundidas que se van metiendo hasta el fondo y no llego con la mano sobre la arena a darle la misma forma. Saliva. Sábanas y sábanas. Y el ruido de las camas rotas y las paredes y los besos y los rumiantes que se atacan. Entre todos. Todos entre todos nos atacamos y nos comemos hasta los dientes. "La alma" se había ido a dar un baño de licor y se fue saliendo como un pañuelo de la garganta, desde adentro hacia afuera, cuasi vómito, casi vomito. Y me miran a los ojos y me dicen cosas que respondo con un movimiento de cabeza y una sonrisa retorcida. Y después, a mi no me importa mas nada y me revuelco de risa por todos lados y mas extrañamiento parece que eso provoca. Un licuado de cerveza por favor, cantemos, bailemos y hagamos todo ahora o nunca. Que va a ser... que le vas a hacer? qué vas a ser? qué vas a hacer?. Mezcla luminosa de penúltima linyera, de gata orgullosa, de puta sin odio, de hija de puta, de impulsos i-rre-fre-na-bles. Cuánto extrañaba sentarme a escribirme a mi para mi por mi. Pronombre personal. Alfil y torre, uno negro, el otro blanco, y si este se mueve así, el otro se mueve asá. Y si el alfil quiere ir en diagonal pa delante y pa atrás, va. Y si el alfil está nervioso hay que incomodarlo. Y yo cuando era chica me creía torre, y me movía por todo el tablero derecho pa acá derecho pa allá en cuadrados y rectángulos, pero el alfil se mueve en triángulos! o rombos... y me siento que he descubierto la teoría del ajedrez aplicada a la existencia. Hermosa existencia. Soy la reina. Viva. Giro alrededor de circunferencias y no me meto nunca al pogo, pero es que todos bailan igual y yo quiero andar a las patadas y después abrazarlos. Solita siempre me vas a ver bailar.Camino desde los zancos y me siento caer, pero no me caigo y uuopa, qué divertido! estoy mas cerca del cielo Y bailo arriba de la torre saludando a todos y amenazando cual Oliveira, pero no desde una ventana, y si, "paf, se acabó", y que admirable la forma en la que se ha metido ese tipo al libro y me sacudió de un cachetazo y después me dejé sacudir en serio y no señor, con el físico no se jode, y con el místico tampoco, y no me digan metafísica ni materialista histórica, ni nada de todo eso porque cuando haya luna llena y estire la trompa para aullar va a venir el chamo que nunca me imaginé que me estiraría la trompa también y que se yo, claro que pierdo la razón porque he nacido con los pies metidos en la palangana y me bañaron con Raid pa sacarme los piojos y yo lloraba y gritaba y me iba de la casa y fui la recicladora de la ropa de las hermanas grandes y a los diez años cruzaba la avenida sola. El primer beso me lo di en un paredón por ahí cerca de la escuela y cantaba asesíname de Charly y quería ser astronauta. Y un día no se como se acabo todo ese cuento y me metieron en esta novela pasional, dramática y humorística y no se puede definir el género ni el estilo ni nada porque no entiendo yo tampoco. Y el día que alguien venga y me diga la posta me lo llevo a navegar pa la otra vida porque ahí me van a sacar del papel principal y "ja ja" me encanta vivir, soy feliz, respiro con los pulmones mugrientos y yo también me masturbo. Y te das cuenta que ahí se anda asomando Hank todo borracho y me saluda? Y yo le digo así como en traducción de editorial pésima española, pero es que no tengo un sope para comprar mejores libros, " ven papi a la cama" y me pongo a ronronear y a sonreír despacito y no te acerques demasiado porque sino te muerdo y después poné un buen disco afro o uno de Sui Generis y depende cómo esté me voy a pasar todo el día haciendo nada y riéndome ¡otra vez! de la frecuencia fm, am, y la otra también porque no me interesa ponerme a la par y que si tengo ganas de pasar las páginas y ponerme a cortar el pasto con las muelas te aseguro que lo hago y no me mires mientras lo hago porque me voy a sentir observada y yo quiero que me observen cuando yo quiero y mover un peón, sacar el alfil, sacar a la reina y hacerte jaque mate y que sea amargo y que tenga espuma y polvito así como lo hago yo y  dame un mate y Ja que estamos dejame respirar para seguir pensando porque yo me miro y pienso y me miro al espejo de un baño viejo en Once y me miran desde el otro lado porque Galeano dijo que los espejos están llenos de gente, y puta, que es cierto y desde el otro lado de la puerta también me miran unos ojos que me llevaron a sacudirme un rato, pero siempre están ahí del otro lado y nunca del mío y me dicen cosas lindas que-me-en-tran-por-un-oído-y-me-sa-len-por-el-orto, pero sorry viste, y hablar y saludar y que pase un poco el tiempo y me digan a vos Joaquín Sabina te haría una canción, y yo que tengo la sonrisa fácil digo "si? por qué?" Dios, qué vanidad. Y que después también me ponen en el coso para poner música (y que fontanarrosa no me identiqfique con "el coso") Polaroid de locura ordinaria y me la cantan toda la noche y me dicen que esa es mi canción, cuando yo, yo que me sentí identificada desde la primera vez que escuche esa canción y no querido, no me hagas eso... gracias, gracias. Ya sé. Pero escuchá la canción y que te sigan siguiendo las moscas que yo me voy a seguir vibrando como en un nirvana y dándome en la gillete. Y sangró sangró y se reía como loca y blah blah blah. Uff, revolución de ego, mejor me voy a tomar aire y un trago para ver mejor dijo aquella y brindamos a nuestra salú y, hasta la victoria siempre? Hasta siempre Victoria!




Ja que maté al rey, me voy. Adió. 


Cielo